// Bienvenidos al Multiespacio << Jóvenes por la Igualdad >> de Jxi Córdoba, en el CC-Ari // Sean bienvenidos a la "Cultura en Acción"...//

Una visión del pasado, del presente y del futuro recopilada entre los periodistas, cientificos, e intelectuales argentinos : La brújula política está dedicada al estudio y a la reflexión crítica sobre la realidad.

11/4/12

Clientelismo en Argentina...

Vivir en la cultura del clientelismo
Por Iván Ponce Martínez
El autor es abogado y licenciado en Ciencia Política


El clientelismo, práctica ya conocida desde los antiguos romanos, tuvo a lo largo del siglo XX desarrollo en la Argentina bajo distintos regímenes políticos. Alberto Barceló, tradicional dirigente conservador de la provincia de Buenos Aires, recibía en su casa, ubicada en la plaza principal de Avellaneda, a quienes le solicitaban favores. Hipólito Yrigoyen, en cambio, utilizaba la Casa Rosada para esos fines; la espera para ser recibido por el caudillo radical se conoció como "la amansadora". El peronismo lo institucionalizó a través de la fundación Eva Perón, ente privado que gozaba de presupuesto estatal y de aportes obligatorios de empleadores y trabajadores, pero sin la necesidad de someterse a los mecanismos de control propios de los organismos públicos.

Cuando se habla de clientelismo, la imagen que se suele tener es la de políticos con pocos escrúpulos manejando planes sociales, terrenos fiscales, sumas pequeñas de dinero -"el chori y la coca", como se dice- a cambio de votos o concurrencia a actos. Los clientes ahí son los más pobres, que dependen de los "punteros" para obtener cosas elementales. Pero hay otras formas, de las que se habla menos, que abarca a las clases medias y a sectores VIP.

La primera está vinculada a profesionales que, frente a un mercado cada vez más difícil, ven en el Estado la salida laboral por excelencia. Ante un sistema de designación donde la selección por mérito no es la regla, la adhesión político-partidaria es la llave. Agrupaciones como La Cámpora - cuyos miembros fueron calificados por Hugo Moyano como más preocupados por el salario que por la militancia- son vistas como una oportunidad de desarrollo por jóvenes profesionales. Uno no puede saber en cada caso la razón del apoyo al oficialismo de turno, si las convicciones y creencias llevaron a considerarlo como la mejor alternativa y el puesto rentado es una natural consecuencia, o si es a la inversa; lo que sí es claro es que la tendencia siempre va hacia quien tiene el manejo de la caja.

Sería un error centrarse en temas morales y condenar al cambio de convicciones por trabajo: el que estudió una carrera pretende vivir de lo que sabe y en un país donde el Estado crece como empleador y no todos pueden o tienen la capacidad o vocación para desarrollarse en la actividad privada, la búsqueda del puesto público es a veces la única alternativa. El problema es sistémico y varios factores coadyuvan; superpoblación de profesionales en ciertas áreas, formación en muchos casos insuficiente y el gobierno como dador de empleo de baja productividad.

Hay otro tipo de clientelismo que maneja cifras muy superiores y que cumple un rol importante en la influencia sobre la opinión pública. Artistas de todo tipo que reciben contratos del Estado -y no sólo del nacional, sino también de las provincias y municipios- para animar los cada vez más frecuentes espectáculos gratuitos (sin costo para el concurrente, pero no para el contribuyente) por montos que difícilmente pudiesen obtener sin el apoyo de los fondos oficiales. Escritores que tienen espacios en televisión a cambio de interesantes honorarios. Actores que trabajan en programas de escasa audiencia, pero paga asegurada. Directores de cine que reciben subsidios que nunca se recuperan por falta de interés del público en sus películas. Medios de comunicación que aumentan la publicidad oficial en forma proporcional al número de loas. Todos, en algún momento u otro, demuestran su lealtad a quienes los contrataron, incluso aquellos que nunca habían manifestado interés en la política. Al igual que en los otros casos, no se sabe si la convicción precedió a la conveniencia.

Así las cosas, puede ser injusto criticar al que vende su concurrencia a un acto a cambio de un plan o de cien pesos, cuando profesionales de clase media o empresarios y artistas lo hacen, pero por montos superiores, con necesidades menos acuciantes y poniendo su capacidad al servicio de ideas en las que no creen. Poner fin a estas prácticas requiere terminar con el uso discrecional de los fondos públicos, reglas claras para determinar quién recibe un terreno, unas chapas, un plan, un nombramiento, un contrato, una pauta publicitaria o cualquier otro beneficio.

Un país que no fomenta el desarrollo de la actividad privada ni incentiva a los emprendedores y cuyo Estado se transforma para muchos en la única opción laboral prepara el terreno para relaciones clientelares, que degradan el tejido social. Así, el ciudadano no recibe derechos universales, sino favores particulares, los que debe, de alguna u otra manera, pagar. No olvidemos que la decadencia de Roma comenzó cuando su pueblo dejó de producir para sobrevivir como cliente de los ricos, que cimentaban sus fortunas en el trabajo de los esclavos

Fuente: Vivir en la cultura del clientelismo, Por Iván Ponce Martínez - La Nación - 10/04/12

7/4/12

Boudou...


Por qué Boudou
Por Jorge Fontevecchia

Es el más menemista. El muestra lo que otros kirchneristas disimulan. Es más, le gusta mostrar. Mientras Víctor Hugo Morales se fue de Puerto Madero porque comprendió que no era coherente con la imagen pública que se iba construyendo, Boudou se mudó a otro departamento más grande del mismo barrio. Sólo aprendió a repetir algunas palabras, como esbirros. No tiene la inteligencia para soportar su soberbia sin grandes costos. “Seré el mejor vicepresidente de la historia”, había prometido.

Se confunde. Cree que si Cristina puede usar un Rolex de oro y carteras Louis Vuitton, eso lo habilita a él a esquiar, jugar al golf, andar en Harley-Davidson, tener una novia veinte años menor, vivir en Puerto Madero y seguir siendo nacional y popular. También Cristina compró departamentos en Puerto Madero pero ella es viuda y por ahora no los habita.

Es desprolijo. Pero lo es por soberbio: “Fui sobreseído en 18 causas”, dijo. Se creyó impune. “Soy el vicepresidente electo por mayor cantidad de votos de la historia”. Pensó que tenía el anillo de Giges. El que permitía a su poseedor cualquier injusticia sin castigo. El que Platón usó como ejemplo para sentenciar que si pudiéramos obrar sin consecuencias todos seríamos injustos.

El no hizo nada peor que Ricardo Jaime, o que Claudio Uberti en el Valijagate, o Fulvio Madaro en Skanska. Y ninguno está condenado. Pero no es lo mismo ser secretario de Transporte, titular del Occovi o del Enargas, que ser vicepresidente. No es lo mismo ser la mano derecha de un ministro –todos de De Vido– que compartir la fórmula con la Presidenta. Boudou pensó que era para su bien, pero es para su mal.

También para mal de la Presidenta. Boudou es kirchnerismo sin careta. Lo que todos harían si fueran invisibles, como Giges con su anillo. Ser invisibles para el poder es que no existan periodistas.

También para mal de la Presidenta porque revela otro defecto propio: elige vicepresidentes con parámetros extraños. Cosecha lo que siembra. Ella misma es quien termina cayendo en el agujero de la nada que buscó. Ya no es: “¡Mirá el vicepresidente que me elegiste, Néstor!”. Es un estilo paranoico que da de frente contra lo que huye.

Es todo exceso: ¿Vandenbroele tenía que ser monotributista? ¿Había que llamar Old Fund a ese fondo vacío de trayectoria? El departamento viejo de Boudou, ¿no podría habérselo alquilado a otro? En el departamento nuevo de Boudou, ¿tenía que aparecer como propietario quien prestó la plata para levantar la quiebra de Ciccone? Sólo quien se ceba creyéndose un maestro en crear terceros-pantallas puede caer en tantos excesos de autoconfianza.

Su propio relato en su conferencia sin prensa fue un exceso. Una catarsis. Un ejemplo de asociación libre propio de un hablar fluido e inconexo del inconsciente. Aquello de que cuando pienso, no soy; y cuando no pienso, soy. Cuando se calcula y ordena lo que se dice, se reprime. Cuando el discurso es desordenado, hay más posibilidades de desnudar lo real.

Está muy dicho que al contar sus conversaciones con el presidente de la Bolsa, Adelmo Gabbi, se autoincriminó por no haber denunciado un intento de extorsión o coima. Pero además confesó lo más importante: ser el actor principal de dejar a Boldt sin Ciccone. Un perfecto acting-out. Un clásico sincericidio.

Su problema no es la cárcel. Tráfico de influencias no es fácil de probar y sus penas son menores que las de soborno. Nunca alguien de un gobierno nacional ha sido condenado por tráfico de influencias. Y es cierto que el propio Vandenbroele ya había declarado en el juzgado que pagaba por cuenta de su amigo e inquilino de Boudou los gastos del departamento de la polémica. Pero su problema es la opinión pública. El juez, al ordenar el allanamiento, resignificó ese mismo dato existente. El gesto del juez fue leído como una simbólica acusación que volvió a darle otro valor a todo lo demás que ya también se sabía.

Es probable que haya pesado en el ánimo del juez el verse en la tapa de PERFIL del domingo pasado diciendo que aún “no había pruebas”. Y algo, entonces, había que hacer. Pero el problema de Boudou no es Rafecas en Comodoro Py. Es Rafecas en los diarios y en los canales de noticias. Por eso su resentimiento mediático.

Podría Boudou terminar demostrando que actuó “conforme a derecho”. Sin que haya pruebas que demuestren que hubiera procedido ilegalmente. Pero igualmente Boudou ya perdió. La opinión pública no precisa que esté documentada la conexión directa entre él y Vandenbroele para tener la convicción de que están conectados. No hace falta ser Freud o Jung para no creer en las casualidades. Y menos en tantas casualidades.

La condena pública a Boudou ya le llegó. El mejor testigo en su contra fue él mismo. Su conferencia fue una confesión. Hay quienes ya le atribuyen intenciones de amenaza al propio Gobierno. “Si caigo yo, los arrastro a todos.” ¿Quién lo habrá asesorado?

Como Narciso, se ahogó en el agua de su espejo.

Fuente: Por qué Boudou, por Jorge Fontevecchia - Perfil.com - 06/04/12

1/3/11

Propuestas de la CC para políticas culturales 2011

Principios

La política cultural que impulsaremos desde el Estado Nacional tendrá como pilar la interacción, entendiendo a la cultura como una política de Estado capaz de contribuir con otras políticas públicas dentro de la gestión de gobierno.

Acciones

  • Actualización normativa. Buena parte de la legislación cultural es previa a la reforma de la Constitución Nacional en 1994 por lo que, por un lado, no ha recogido los nuevos derechos consagrados en la Carta Magna ni en los tratados internacionales suscriptos por la Argentina durante el siglo XX y en la primera década del siglo XXI. Por otro lado, tampoco se ha adaptado al impacto que las nuevas tecnologías suponen en la modificación sustancial en la producción y consumo cultural.
  • Reformulación administrativa: Es imperioso reformular la estructura administrativa de la Secretaria de Cultura de la Nación. En primer lugar otorgándose jerarquía de Ministerio, promoviendo la capitación y calificación del personal, y reestructurando las áreas sustantivas, que debido a sucesivas reformas inconexas e incoherentes han quedado desarticulados, con funciones superpuestas, y con otras que directamente han desaparecido (como ocurre con la suprimida Dirección General de Libro y la Lectura). Asimismo, creemos imprescindible lograr su articulación a nivel regional y con los institutos autárquicos, a fin de evitar la existencia de disciplinas artísticas de primera y de segunda.
  • Jerarquización presupuestaria: Proponemos establecer por ley la obligatoriedad de que el presupuesto nacional asigne un piso del 3% del PBI para el área de cultura, tal como lo ha recomendado la UNESCO.
  • Fortalecimiento del Tercer Sector: La implementación de la política cultural tendrá como prioridad la articulación con las organizaciones de la sociedad civil, implementando y profundizando programas de financiamiento directo, como así también potenciando su labor mediante la identificación y articulación con espacios, infraestructura, personal y voluntarios.
  • Creación de infraestructura: Entendemos que es preciso fijar criterios y objetivos en cuanto a la creación/restauración de infraestructura cultural para los pueblos y ciudades del país, como medida básica para garantizar el efectivo ejercicio del derecho de acceder a la cultura, estableciendo estándares mínimos, que garanticen el efectivo acceso a la creación y producción cultural.

    1. Creación de la Comisión Nacional de Patrimonio Cultural como ente autárquico con recursos y el poder de policía suficiente para hacer cumplir con las normas de protección patrimonial en reemplazo de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos.

    2. Creación de la Agencia de Promoción de la Cultura Argentina en el Exterior dependientes del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Ministerio de Cultura, para articular la difusión de la cultura argentina y la exportación de bienes y servicios culturales.

    3. Creación de infraestructura cultural con un mínimo estándar de acuerdo a las características y población de cada ciudad y pueblo del país, permitiendo así superar las asimetrías entre provincias ricas y otras desfavorecidas, e impulsando la descentralización de las actividades culturales.

    4. Construir una red federal de capacitación de los diversos agentes y funcionarios culturales que permita una correcta planificación y ejecución de los diferentes proyectos, tanto en los centros urbanos como en comunidades rurales.

    5. Adoptar medidas que permitan el reconocimiento efectivo de los artistas como trabajadores de la cultura, según lo dispuesto por la Recomendación relativa a la Condición del Artista suscripta en la UNESCO el 27 de octubre de 1980, en lo referido a seguridad social, equidad impositiva, condiciones de trabajo de acuerdo a la especificidad de la disciplina, etc.

    6. Crear en todo el país Escuelas Talleres de Restauración del Patrimonio y Escuelas de Oficios de Arte vinculados con las industrias culturales, con sedes en distintas provincias.

    7. Articular las políticas culturales y educativas favoreciendo en las escuelas de todo el país la realización de actividades de apreciación y creación artística y la protección y valoración de patrimonio arquitectónico y cultural.

    8. Implementar mecanismos de incentivos para la preservación del patrimonio cultural y establecer sanciones económicas y penales para quienes lo dañen o destruyan.

    9. Crear instrumentos normativos y administrativos que hagan efectivo el ejercicio del derecho a la preservación, difusión y promoción de sus costumbres, expresiones artísticas, de los pueblos originarios, y su vínculo con otras áreas (vivienda, salud, educación, etc.)

    10. Crear mecanismos de incentivos para la producción y exportaciones de bienes y servicios generados por las industrias culturales.

    11. Sancionar una ley de mecenazgo y reincorporar a la ley de impuesto a las ganancias la posibilidad de deducir las donaciones a organizaciones culturales, como instrumentos que incentiven la participación privada en el financiamiento de la cultura.

    12. Establecer mecanismos que permitan volver a articular la formación artística en el país, desestructurada a partir de los cambios producidos por la Ley Federal de Educación; a su vez que se creen instancias de articulación entre la formación artística amateur y la profesional.

5/12/10

678, un periodismo militante...


Reflexiones sobre el periodismo militante
Por Pablo Alabarces*

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La crítica de medios –plantea el autor–, delegada a los panelistas, queda reducida y limitada a una fantasía de crítica, que se despliega en el programa de canal 7.
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Periodismo militante: uno de los rasgos más interesantes de 678 es que parece –y se presenta como– una novedad; pero no ha inventado nada. Es un programa político, como los ha habido y los habrá; es un programa de archivo, una plaga extendida en nuestra televisión; tiene un panel que combina seriedad y humorismo, como cualquier magazine radial; hace crítica de medios, aunque hace poca y no es el primero ni el único –todos los programas de chismes, en última instancia, podrían catalogarse así. Ni siquiera es novedoso en su oficialismo: todos los programas políticos emitidos en la televisión estatal desde 1951 hasta aquí han sido descaradamente oficialistas –y todos han sido objeto de la misma condena y el mismo reclamo, mientras sus críticos opositores esperan el cambio de manos para poder proseguir tenazmente con la costumbre–.

Ni siquiera el presunto periodismo militante es novedoso. Ha habido nombres altos en nuestra historia: el de Rodolfo Walsh, por supuesto, es posiblemente el más renombrado. Entre tantas abismales diferencias, los separa que la militancia periodística de Walsh incluía la investigación, práctica que 678 reduce al rastreo de imágenes –o que la militancia de Walsh incluía la revolución entre sus metas–. Incluso, no podemos olvidar que la prensa gráfica argentina se inventó como arma política, donde descerrajar ideas y también brulotes, defender principios y desparramar injurias. Sarmiento era, en esto, un maestro, de donde vendría a resultar que 678 es un programa sarmientino.

El público de 678 presenta el acto de ver televisión como un acto militante. Y así reactualiza el viejo slogan de la recepción crítica de los medios de comunicación, una corriente teórica que denunciaba la recepción de los medios como alienante y que fue discutida por los que éramos populistas en los 80, que afirmábamos que recepción y crítica era una tautología, que toda recepción era activa y que toda esa actividad era crítica. En esos años, la intuición populista se vio ratificada con la lectura de los estudios culturales británicos, que la habían demostrado con análisis de audiencia. El problema fue el paso siguiente: en los 90, la teoría llegó al clímax de la postura recepcionista, y entonces ya no había nada de qué preocuparse: en tiempo de conservadurismo, la teoría aceptó la idea de una presunta democracia semiótica, en la que los televidentes decidían entre la oferta simbólica sesudamente armados de sus controles remotos.

La crisis de 2001 reordenó el campo: la explosión movilizada de las asambleas populares y barriales incluía la aparición de la crítica mediática. Los medios de comunicación eran propuestos como continuidad del esquema de poder neoconservador menemista que había desembocado en el estallido económico y social. Por supuesto: se trataba de una crítica ilustrada, urbana y de clases medias con ciertas competencias culturales. Y que recuperaba la vieja tradición intelectual, más izquierdista que peronista, de los medios como manipuladores y alienantes. Dos textos fundamentales de los 60 y 70 en esa línea: Para leer al Pato Donald , de Ariel Dorfman y Armand Mattelart, en Chile; La hora de los hornos , de Pino Solanas y el Grupo Cine Liberación, en la Argentina. En el filme se afirma: “los medios de comunicación están dominados por la CIA”; “los mass comunication son más eficaces que el napalm”. Entonces: una tradición de izquierdas, o de peronismo de izquierda, que reaparece en un momento de crisis radical y se vuelve crítica de masas. Ilustradas, pero masas al fin.

Hay un viejo razonamiento muy típico de las clases medias, que hace veinticinco años caricaturizó Stuart Hall. Se trata de considerar que los sectores populares son tontos culturales a los que les resulta imposible hacer otra cosa que zapping, y que las clases medias son las que están verdaderamente entrenadas para consumir medios. Este tema reapareció con mucha fuerza en los últimos años, especialmente ligado a la presunta influencia desmesurada del clientelismo peronista. Pero en estos años se combinó, contradictoriamente, con la tradición populista jauretcheana: la que afirma que las clases populares tienen una intuición perfecta de lo real y de sus propios intereses, mientras que las clases medias, colonizadas pedagógicamente, son capturadas por las redes de la prensa y los aparatos culturales.

678 es producto de ese berenjenal teórico. Por un lado, aunque no lo puede decir así, participa de la idea de los tontos culturales manipulados por la televisión; pero también celebra a las clases medias que encuentran en el programa la posibilidad para posicionarse como lectores críticos de los medios. Porque ése es su público. El programa tuvo un salto muy fuerte en su popularidad cuando se constituyó como movimiento desde Facebook y las redes sociales; y eso implica un nivel de competencia económica y cultural, es decir, la competencia imprescindible para producir contracultura, como dice Bourdieu.

La política de medios del kirchnerismo fue inicialmente mera continuidad del tardo-menemismo: negociación y cesión con las empresas de medios y continuidad acrítica de la hegemonía tinellista en la cultura de masas, aunque salpimentada con acciones más activas e inteligentes en el plano de los medios públicos, con transformaciones en la programación de canal 7 y la invención de Encuentro. Sólo con la nueva crisis, la del “campo”, decidió simultáneamente que el peronismo era de izquierda, que los medios de comunicación eran más eficaces que el napalm y que hacía falta un vietcong. Aunque, en lugar de Ho Chi Minh o el Che Guevara, prefirió confiar la empresa a Diego Gvirtz.

Un viejo texto de Umberto Eco llamaba “guerrilla semiológica” a la propuesta de generar televidentes activos, críticos, polémicos, mediante pequeñas vanguardias –nuevamente, ilustradas– que esclarecieran las mentes adormecidas por el flujo televisivo.

678 es su reproducción criolla. Producto de los tiempos, esta guerrilla no invoca a Vietnam y no pasa de la reivindicación leve y meramente icónica del Che; más bien, prefiere citar a Baglietto y Fito Páez: “multiplicar es la tarea”.

Y por eso, consecuencia de esa levedad, 678 anuncia una crítica de medios donde casi no la hay. Es relativamente eficaz en encontrar limitaciones ideológicas en la oposición política: un trabajo sencillo, que la edición pone de manifiesto con predominio de la ironía y con la invalorable colaboración de la misma oposición, que suele acomodar sus intervenciones públicas al guión de la productora. La mediocridad de buena parte de los/as políticos/as argentinos/as es demasiado notoria: sus intentos desesperados para poner de manifiesto sus ignorancias e inconsistencias descuentan la captura minuciosa de los grabadores de PPT, se sujetan a sus necesidades. En ese campo, entonces, los editores de 678 encuentran material de sobra para sus ironías.

Una crítica de medios sin medios y una semiología de masas sin semiología: porque lo que 678 no puede hacer es someter toda la lógica de construcción mediática a crítica, porque eso implicaría criticarse a sí mismos. No sólo respecto de las contradicciones y las inconsistencias ideológicas del kirchnerismo, sino del mismo programa en cuanto producto mediático. Los programas de archivo, de los que Gvirtz es uno de los grandes creadores, significan una autorreferencialidad excesiva: la televisión –los medios en general, pero la tele como gran máquina hegemónica– aparece en estos programas como el último horizonte del pensamiento y de lo real. Frente a la invención de la realidad que propone la televisión, el archivo se limita a proponer una construcción alternativa de lo real, tan discursiva y tan artificial como la que se propone “denunciar”. La movilización callejera promovida por Facebook, un dato extratelevisivo, se transforma finalmente en televisivo, cuando regresa a la pantalla; operación que la saca de la calle y la devuelve a su condición virtual –de red social–.

Y sin embargo, la guerrilla semiológica es eficaz como seducción de sus públicos.

678 realiza el viejo sueño del televidente de poder ejercer la crítica de medios: aunque delegada en Gvirtz y sus panelistas, aunque reducida y limitada, como dije, la fantasía de la crítica se despliega en el programa. Y lo transforma en un fenómeno, diga lo que diga una medición de rating que es, en el mismo periplo, también dudosa.

Con su habitual lucidez, Beatriz Sarlo aseguraba hace diez años que la televisión argentina era irresponsable ética y estéticamente. La sentencia no ha perdido validez. La ficción, el show, el entretenimiento oscilan entre el conservadurismo formal y narrativo y el chivo. Y la no ficción demuestra un desapego por lo documental, por el rigor periodístico o la precisión socioeconómica que sólo puede producir ruido, desinformación, la vieja y nunca bien ponderada manipulación de masas. Frente a ese cuadro, 678 amaga con la denuncia y la crítica; esgrime en una mano los manuales de semiología del CBC de la UBA y en la otra la vulgata alternativista de los 70. Pero luego oculta que sus mecanismos de construcción son exactamente los mismos, aunque políticamente correctos; que lo real es, apenas, lo real oficialista. Y que no es “de derecha”. ¿Entonces es de izquierda? Lo dudo, pero en la enunciación del programa “la derecha” siempre queda afuera, siempre se enuncia como ajenidad, como lo otro. Pareciera que el sistema sociológico de la televisión tiene que ser bipolar, blanco o negro. Los grises no existen, aunque sean una de las metáforas más invocadas en televisión, porque el pensamiento se organiza en dos partes. Es una lógica absolutamente binaria y no hay otra posibilidad.

678 tributa también a la imagen de una sociedad compuesta por nenes, a la que no se les reconoce inteligencia suficiente como para construir argumentos más complejos. Aunque pueda invocar algún respaldo teórico: Eliseo Verón diría que no hay palabra política que no sea palabra adversativa, que si no define un enemigo no se constituye como palabra política. Por su parte, Ernesto Laclau diría que el populismo se construye sobre la oposición pueblo-antipueblo, como una articulación en contra de un bloque de poder. Se trata de los intelectuales y teóricos más citados y utilizados por la política contemporánea argentina, aunque militan en bandos opuestos: Laclau es el teórico de cabecera del kirchnerismo –aunque 678 lo lleva todo el tiempo a Ricardo Forster, que es más televisivo–, mientras que Verón lo asesora a Duhalde… Lo cierto es que ambos insisten en que la política se construye sobre un sistema binario, y 678 persevera en demostrarlo.

En la televisión pública: que debería ser, porque para eso está, radicalmente plural, radicalmente democrática; y además debería ser, porque para eso está, radicalmente creativa, radicalmente experimental. Frente a ese horizonte, 678 se proclama, apenas, radicalmente kirchnerista; un universo situado a la izquierda de su pantalla, señora. Pero izquierda significa, o sigue significando luego del tsunami conservador, pluralismo, democracia, igualitarismo radical, irreverencia, revuelta, creatividad. De todo ello, poco hay en 678 –como en el resto de la televisión argentina–. Aunque jamás lo acepte así, es sólo otro programa peronista. Que no puede, entonces, ser de izquierda, aunque la retórica de Barone y Russo pretenda lo contrario.

*Autor, junto a María Julia Oliván de 678. La creación de otra realidad.

Fuente: Reflexiones sobre el periodismo militante, Por Pablo Alabarces en Revista Ñ - 26/11/10
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4/12/10

Las Masas...(y su utilización audiovisual)


Imágenes del pueblo, las masas y la gente

Un seminario internacional discutió la representación audiovisual de las multitudes a lo largo de la historia. Se analizó el peronismo, el radicalismo y los totalitarismos.

El filósofo inglés Thomas Hobbes nombró a ese hombre hecho de muchos hombres, Leviathan , el Adán de la teoría política moderna. El acto teórico que correspondía a la fecundación era el Contrato Social : en un momento de intimidad originario, las individualidades libres pactan conformar una entidad superior a las partes. Un siglo más tarde, Rousseau le insuflaba un renovado hálito a este sujeto colectivo. La voluntad general es infalible, dijo, pero “debe partir de todos para aplicarse a todos”. Ya en plena faena del siglo XIX, una vez enterrados buena parte del optimismo y otros paroxismos de la revolución francesa, se estaban definiendo los términos que los científicos aplicarían a los nuevos actores sociales, incesantes hijos de las industrias, las metrópolis, los nacionalismos. Así, el concepto de pueblo perdió algo de su noble idealidad y transmutó en el concepto más prosaico de masa o multitud. El sociólogo francés Le Bon analizó con áspero positivismo este fenómeno en su influyente libro Psicología de las multitudes .

La problemática de las sociedades de masas aparece intensificada en el siglo XX por la fertilidad de los regímenes totalitarios, la ascendiente organización en la lucha por los derechos civiles y laborales, y la difusión de los medios. Estos vínculos se propuso investigar el seminario internacional “Representaciones audiovisuales de las masas: perspectivas comparadas” que tuvo lugar en la Biblioteca Nacional el 29 de octubre y congregó a especialistas de diversas áreas. Fue organizado por Mariano Mestman y Mirta Varela del Grupo Medios, Historia y Sociedad (IIGG-UBA), quienes marcan un punto de apoyo: “Nuestro proyecto (…) propone centrar su indagación en el plano de las imágenes. Partimos de la hipótesis de que las imágenes cuentan con una relativa autonomía respecto de los conceptos y que no son una mera traducción de los mismos.” En ese encuentro, Irene Marrone (UBA) abordó el delicado problema de tomar un sujeto histórico como la masa como objeto audiovisual, en la medida en que tal operación puede ser utilizada para conferir representatividad y consenso a un discurso político. Si esta operación es deliberadamente opaca, puede asumir distintas formas de dominación. En su ponencia dirigió la atención a la diferencia sutil y conveniente en la denominación de las masas que una voz en off hacía en los noticieros argentinos de los 60: como “público”, como “nación o patria” (en ceremonias políticas o religiosas), como “pueblo” o “trabajadores” (en la propaganda populista), como “ciudadanía” (en los actos de gobiernos democráticos o dictatoriales).

Durante la jornada se exploraron los recursos y los límites de cada registro audiovisual (los diarios, la fotografía, el cine) en relación a la producción de sentido político. A este respecto, el abundante peronismo fue tratado por Marcela Gené y Clara Kriger (UBA) en sus respectivas ponencias. Gené habló sobre la evolución de la representación de las masas a partir de la llegada de Perón al poder y su necesidad de mitologizar el origen popular del movimiento, aprovechando los remanentes de la iconografía anarquista y socialista. Llamó la atención sobre un detalle técnico que revela una pauta de intencionalidad muy definida: “en el cine, el recurso sistemático a los planos generales sobreelevados de las multitudes genera el efecto perceptivo de una abstracción que anula el reconocimiento de los sujetos participantes.” Por otra parte, Kriger advirtió cómo la aparición de Perón y Evita en el mismo plano cercano que los trabajadores hace que estos comiencen a tener un grado mayor de identidad.

La televisión también fue protagonista de una serie de ponencias. Lynn Spigel (Northwestern University-Chicago) concentró su interés en la forma en que la televisión estadounidense construyó la relación masa-audiencia, desde la obsesión por dispersarla en la privacidad de la familia hasta una invitación constante a identificarse con una audiencia global a finales del siglo XX. Vito Zagarrio (Universitá degli Studi di Roma 3), trató la cuestión de los peligrosos efectos de la frivolidad en la televisión educativa italiana: “El fascismo se ha convertido en un gran depósito de espectáculo –observó–. El material se presenta manipulado o se lo muestra de manera acrítica, de modo tal que el ‘régimen reaccionario de masas’ aparece fascinante y ‘moderno’”.

También participaron del encuentro investigadores como Gonzalo Aguilar con su ponencia: “El retorno de las coreografías: la aparición de las masas en las ficciones de Hugo del Carril y Leonardo Favio”; Ana Amado habló sobre “Puerta de fábrica. De la escena colectiva de los setenta al retrato post-crisis de la desocupación”; Silvia Romano (Universidad Nacional de Córdoba) se refirió a los “Recursos para la investigación en ciencias sociales: dos archivos de la televisión de Córdoba”; Antonio Medici (Universitá degli Studi di Roma 3 – AAMOD), habló sobre “Los documentales del Movimiento Obrero y Democrático italiano”. Mientras Vito Zagarrio (Universitá degli Studi di Roma 3):”Pantallas de masas. La representación del fascismo italiano en la TV. El fascismo y la representación de las masas. Hubo una muestra de fotografía que contextualizó el seminario organizada por Ana Lia Rey y Cora Gamarnik. Mariano Mestman y Mirta Varela cerraron el encuentro.

Fuente: Imágenes del pueblo, las masas y la gente - Por Martin W Prieto, en Revista Ñ - 25/11/10
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Mes a Mes, una visión tanto política como cultural

~ Nuestra Agenda ~

~ Nuestra Agenda ~
Actividades tanto Políticas como Culturales, organizadas y/o propuestas por Jóvenes por la Iguadad Córdoba.

El Video Político Argentino: "Nuestra Constitución Nacional"

Preambulo de la Constitución Argentina: con voz de Jorge Lanata, del programa televisivo "Día D" (Canal América), 2001.

¿Cuando demandamos como sociedad, que la clase politica la respete?..Deberiamos aprender que ningun hombre tiene que estar por encima de ella, esa es la base de la igualdad de todos ante la ley...Pensar que deciamos en el 2001, "que se vayan todos", y aparecio más de lo mismo, Néstor Kirchner (se sabia en Santa Cruz ya quien era, como se manejaba), y luego su mujer, Cristina Fernandez de Kirchner, y con ellos, volvieron muchos más, la impunidad, la corrupción...¿Cuando aprenderemos a elegir a "nuestros representantes"?, ¿Cuando aprenderemos a votar algo distinto?...Hagamonos cargo de nuestro errores y de nosotros depende defenderla hoy, hacerla cumplir.

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